188 años de la batalla del lago de Marcaibo





Hoy se está celebrando en Colombia el día de la Armada Nacional, en Venezuela, se conmemoran 188 años de haberse producido la batalla que les entregó la libertad y que fue protagonizada por un hombre nacido en uno de los humildes pueblos del departamento de La Guajira, muy cerca de lo que ahora es su capital, la ciudad de रिओहाचा

Para algunos historiadores, sus padres Andrés Padilla y Lucía López, lo tuvieron en un poblado conocido como Galán, en el rincón sur del municipio de Riohacha, el mismo pueblo al que se le adjudica haber sido la cuna del mítico Francisco Moscote o Francisco El Hombre. De Padilla se dice en otros textos, como el del historiador Lázoro Diago, haber nacido en un caserío conocido como Pedraza, muy cerca de donde hoy se encuentra el corregimiento Camarones y a un lado del Mar Caribe. Esta se puede considerar la más creible, si se tiene en cuenta que la historia también habla de que su padre fue un dieñador y contructor de embarcaciones navales menores y adema´s de que José Prudencio, desde muy pequeño estuvo enganchado en las motovanes y a los 14 años Comenzó su vida como marino en el servicio doméstico de las embarcaciones mercantes en su puerto natal. Empezó figurar como mozo de cámara en la Real Española del Nuevo Reino de Granada; el 21 de octubre de 1805 recibió su bautismo de fuego en la batalla de Trafalgar, durante la cual fue hecho prisionero por los ingleses. De allí su vida fue el mar y la espada. Al quedar en libertad regresó a Colombia y se puso al servicio de la causa libertadora.

El Almirante José Prudencio Padilla López, comandante del tercer departamento de Marina y de las operaciones sobre el Zulia y la realista mandada por el capitán de navío Ángel Laborde y Navarro, Comandante del apostadero de Puerto Cabello y segundo jefe de la armada española sobre Costa Firme. Luego de haber tenido 3 encuentros parciales con la escuadra española, la escuadra republicana se apostó en el puerto de Moporo, donde pasó la primera quincena de julio sin actividades de mayor importancia hasta el 17 de julio en que el comandante Labordex envió a Padilla una intimación que éste rechazó, por lo que los días subsiguientes transcurrieron en febril actividad bélica, en el que ambos comandantes se mantuvieron acondicionando sus buques, concentrando provisiones y adiestrando sus tripulaciones con miras al combate.
En la tarde del 23 de julio la escuadra realista se dirigió a la costa occidental del lago en las inmediaciones de Capitán Chico y fondeó entre este sitio. Al amanecer del 24 de julio los comandantes de los buques republicanos fueron llamados al bergantín Independiente, donde el Almirante Padilla les dio las últimas instrucciones para el combate, efectuando algunos cambios y no satisfecho aún, a las 10:30; pasó personalmente a bordo de toda la escuadra, con el objeto de arengar a sus dotaciones y animarlas de un modo eficaz para que, llegado el momento de atacar a los realistas, lo hicieran con la mayor intrepidez y entusiasmo.
Los buques republicanos avanzaron con rapidez sobre la escuadra realista que se mantuvo anclada en espera del ataque; el ala sur de la escuadra la llevaba el Almirante Padilla y el ala norte estaba a las órdenes del capitán de navío Nicolás Joly, cortando la retirada hacia la bahía. A las 15:04, colocaron la señal de abordar al adversario dejándola izada no obstante haber sido contestada por todos los buques, para manifestar con ello que ninguna cosa restaba por hacer. A las 15:45, la flota realista abrió fuego sobre las escuadras patriotas, pero la escuadra de Colombia la Grande, prosiguió avanzando sin disparar un tiro; hasta que estando cerca rompieron los fuegos de cañón y fusilería. Al romperse los baupreses, el bergantín Independiente, se echó sobre el San Carlos, y se dio comienzo al abordaje, fase con la cual se decidió la victoria para los republicanos.
Como consecuencia del ataque patriota, fueron destruidos muchos buques realistas y capturados otros. Los realistas en la más angustiosa situación picaron los cables y trataron de escapar haciéndose a la vela; pero fracasaron en su intento, pues sus buques mayores fueron hechos prisioneros. La mayor parte de la tripulación del San Carlos se arrojó al agua e igual suerte corrió la de los otros buques, excepto la del bergantín-goleta Esperanza, que fue destruida por una explosión. En definitiva, sólo tres goletas lograron escapar y se pusieron al abrigo del castillo San Carlos.
Las pérdidas de los republicanos fueron de 8 oficiales y 36 individuos de tripulación y tropa muertos, 14 de los primeros y 150 de los segundos heridos y un oficial contuso, mientras que la de los realistas resultaron mayores, sin contar los 69 oficiales y 368 soldados y marineros que quedaron prisioneros. En 2 horas de recio combate se decidió la acción, la cual abrió camino a las negociaciones con el capitán general de Venezuela, quien, al concluirlas el 3 de agosto siguiente, se obligó a entregar el resto de los buques españoles, la plaza de Maracaibo, el Castillo de San Carlos, el de San Felipe en Puerto Cabello, así como todos los demás sitios que ocupaban los españoles y el día 5 evacuó definitivamente el territorio venezolano.

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